sábado, 28 de diciembre de 2013

Cartas de un provinciano en el mundo (1959-1960)

Mariela Puerta



I.-  Hesnor Rivera representa la voz más alta y completa de la poesía zuliana, no sólo porque alcanzó una gran difusión dentro del ambiente literario sino por la notable calidad de su pluma que lo sitúan, junto a Rafael Cadenas, Juan Sánchez Peláez y Ramón Palomares, entre los mejores poetas de Venezuela durante la segunda mitad del siglo XX. Hesnor Albert Rivera nació en Maracaibo el 12 de julio de 1928, año de fuertes cambios dentro del mundo político y social venezolano. Su acercamiento a la palabras pudo tener como origen la vena poética que demostró su padre, el también poeta Francisco Larez Granados, quien había llegado desde la isla de Margarita en compañía de su esposa Hilaria Rivera. Según afirmó el poeta en una ocasión, por su sangre la poesía no sólo corría por su padre, sino por un vínculo que lo une a José Antonio Ramos Sucre.

Su camino hacia la poesía se inicia con la lectura de un cuadernito de poemas que escribió su padre, así en 1944, bajo la guía de Jesús Enrique Lossada y Eduardo Mathyas Lossada, Hesnor publica sus primeros poemas en la revista mural del Liceo Baralt. A Eduardo Mathyas Lossada, Hesnor, le debe la perfección con la cual escribía sus sonetos. Sin embargo, no es sino hasta su ingreso en la Facultad de Medicina en 1948, cuando no sólo publica sus primeros trabajos en el diario El Nacional sino que gana en el Concurso Literario de la Universidad del Zulia, con el poema Libertad y el cuento La Gaita, que sería recogido por la desaparecida revista Letras y Artes de LUZ en el número correspondiente a Diciembre de 1949. Hesnor no podía alejarse de la poesía y su texto narrativo podía considerarse un largo poema en prosa, copiamos un fragmento del mismo:

Todo quedó en silencio. En un silencio sin esos chasquidos suaves con que el viento parece morder las ramas de los árboles; sin esos ruidos equívocos y lentos con que parecen acercarse animales terribles caminando entre las hojas muertas, cuerpos opacos refregando sus carnes contra la tierra seca. En un silencio de esos que sólo crecen en donde los años de miseria han pasado como una hilera de fantasmas ardientes, idénticos, fundidos… Sólo la ennegrecida lamparita de aceite, desde un rincón, con su luz pegajosa y harapienta parecía perturbar la imponente gravedad de aquel silencio. Una hamaca, un deforme taburete con asiento de cuero y un altarcito a oscuras -tosca repisa clavada en la pared de barro- donde un cuadrito de papel grueso ostenta la imagen de una virgen, recuerdo tal vez de un viejo almanaque, era todo cuanto en aquella miserable choza (RIVERA, 1949: 74)

Un hermoso texto perdido entre el polvo que suele dejar acumulado en el alma de los pueblos el olvido. Con el dinero obtenido en el concurso, Hesnor parte hacia otras latitudes junto a su hermano Otto Rincón. El peregrinaje lo lleva a Colombia, Chile, Perú, Argentina y Brasil, entre otros lugares de Latinoamérica. Durante su estadía en Chile, el poeta contacta a los poetas del grupo Mandrágora [1]. Prueba las mieles de la poesía de Neruda, Rosamel del Valle y Vicente Huidobro. Se entusiasma poderosamente por el surrealismo. Allí en Chile ingresa a estudiar en el Instituto Pedagógico de Chile, que más tarde tendrá una fuerte vinculación con Venezuela.

Regresa a Maracaibo en 1952, cargado de una poesía renovada y las palabras para sembrarlas en los poemas Ciudad y Apocalipsis. Sobre el poema Apocalipsis escribe Hesnor Rivera:

El poema fue escrito en 1952. Recuerdo perfectamente las circunstancias: yo acababa de regresar de un largo viaje por toda Suramérica, con permanencia de dos años en Santiago de Chile. Mi regreso a Venezuela me deparó en Caracas la amistad de varios de los jóvenes escritores que fundarían después el grupo Sardio; en Maracaibo, me deparó el encuentro con los esposos Alberto y Josefina Urdaneta, excelentes amigos, residenciados actualmente en Caracas. Ellos vivían entonces en una vieja casa -o lo quedaba de una antigua mansión -situada a orillas del Lago, entre cocoteros, en la avenida El Milagro, exactamente al lado del Club Alianza, terreno donde hay ahora un estadio de béisbol para aficionados.

Allí escribí la versión inicial de Apocalipsis. Dos años más tarde, en 1954, rehice el poema e incluso, le añadía una segunda parte. En 1955, su título pasó a ser el nombre del grupo Apocalipsis, fundado por mí en compañía de César David Rincón, Néstor Leal, Miyó Vestrini, Ignacio de la Cruz, Regulo Villegas; los pintores Francisco Hung y Rafael Ulacio Sandoval; Atilio Storey Richardson, Alfredo Áñez Medina, Ricardo Hernández y, más tarde, Laurencio Sánchez Palomares (RIVERA: 1995: 113)

Al año siguiente, el poeta viaja a Colombia para hospedarse en casa de Juan Sánchez Peláez. Allí escribió durante la madrugada del 23 de enero su más importante poema Silvia. Se hace colaborador de El Papel Literario del diario El Nacional. En 1955 funda el grupo Apocalipsis. Hesnor junto a Apocalipsis irrumpen a través del surrealismo en el anquilosado mundo poético de Maracaibo.

Para ese año se había planteado en el Zulia una discusión acerca de la presunta involución de las letras zulianas, en una extensa campaña del diario Panorama. Se planteaba la crisis literaria del Zulia, ya que desde la muerte de Udón Pérez, Elías Sánchez Rubio e Ismael Urdaneta, a finales de la década del veinte, sólo cinco o seis nombres mantenían la tradición y abundaban los “consagrados”, que llenaban estantes, con muchos libros publicados, pero de muy escasa calidad (HERNÁNDEZ - PARRA, T.1 1999: 175)

Luego de un recital ofrecido por Hesnor, los jóvenes entusiastas deciden fundar el grupo en el bar Piel Roja. “Los jóvenes apocalípticos continuarán el proceso transformador de las letras zulianas que comenzaran Ariel (1901-1904) y Seremos (1925-1928)” (MUÑOZ ARTEAGA, 2003: 35). Uno de los actos más irreverentes realizados por los poetas de Apocalipsis fue una quema de libros de Udón Pérez que realizaron como actividad que representó el rompimiento definitivo con la poesía tradicional. Décadas después otro grupo de jóvenes hicieron lo mismo con la obra de los apocalípticos, pero la diferencia radicó en que el holocausto de Apocalipsis fue seguido de una obra notable que los catapultó a ser los poetas más importantes del siglo XX en el Zulia. La historia que sigue es harto conocida, la poética del Estado cambió para siempre.

Su actividad como periodista se inició desde muy temprano. El periódico era la oportunidad primera de la juventud que sentía apetencia por la construcción de una obra literaria. En 1956 obtiene el primer reconocimiento por su trabajo como articulista, ese año le fue concedido el Premio Municipal de Periodismo. Entre 1958 y 1960 fija residencia en Europa, habitó en París y Colonia. En esos años inicia su actividad y su relación con el diario Panorama; se hace corresponsal del diario a través de Cartas de un Provinciano en el Mundo. Colabora de igual manera con El Nacional, el Pregón y el Diario de Occidente.

Ingresa a Panorama como Secretario de Redacción hasta 1965 para pasar a ser Sub-Director Responsable hasta que se retira en 1987. La personalidad de Hesnor Rivera no sólo figuró en la prensa escrita sino también en los medios audiovisuales. En 1977 junto a Adelina Valbuena sale al aire por la Voz de la Fe el programa radial Hesnor Rivera, la Palabra y su Sombra. Generaciones de poetas escucharon las magistrales participaciones del poeta. Espacio en donde el arte y la literatura ocupaban un lugar protagónico. De igual manera, Hesnor hizo su aparición en la televisión zuliana, a través de Niños Cantores del Zulia y su programa Primicia en 1987, programa que dirigiría hasta 1988 cuando se retira y lo asume Guido Briceño.

Sobre el papel de Hesnor Rivera en Panorama escribe Danilo Acosta:

Para este servidor, periodista en ciernes, con muchos conocimientos académicos, pero muy poca o ninguna experiencia en el terreno periodístico, la cosa resultó atemorizante en parte y fascinante por la otra. Ese día había ocurrido un terremoto en Rumania y el director de la Orquesta Sinfónica de Maracaibo, Eduardo Rahn, acababa de salir de un restaurante en Bucarest, y el edificio, por efectos del movimiento, se vino abajo. El cable de la recordada UPI reseñó -oportunamente- la reacción de un Rahn sumamente asustado.

“Eso es para primera”, sentenció Hesnor. Allí comenzaron las lecciones dirigidas a nadie en especial y a todos en general. Después, con los años pasados en ese importante medio de comunicación, aprendimos de él secretos ligados con la profesión y con la vida misma. (ACOSTA, 2000)

Otro compañero suyo, el periodista Heberto Camacho, escribe sobre Hesnor:

Hesnor fue un magnífico periodista y un estupendo poeta. Trabajamos juntos en Panorama, pero compartíamos más en El Piel Roja, un bar que quedaba en la esquina de la Plaza Bolívar, a pocos metros de la sede vieja del periódico. Íbamos con mucha frecuencia y Hesnor recitaba, yo estaba sumado al grupo, pero todavía no tenía la vena poética. También iban Ignacio de La Cruz, César David Rincón, Juan Calzadilla y Néstor Leal. Escribían poesía en las servilletas y luego recitaban. El poema que más le pedían era Silvia. También escribió Annelore un poema que dedicó a una muchacha que trabajaba de mesonera en el bar. Ese era el sitio favorito de reunión aunque otras veces asistíamos a la Plaza del Buen Maestro (BLANCO - MORÁN, 2000)

Apunta también Róbinson Vanegas:

Nosotros trabajamos juntos en Panorama por más de 25 años. Puedo decir que como persona fue excelente y como jefe, vale decir que nos enseñaba todo el tiempo. Algunas veces nos halaba las orejas, pero también nos enseñó mucho. Muchos de los periodistas zulianos le deben agradecer a Hesnor todo lo que saben hoy. No puedo decir mucho de él como poeta, pero como trabajador fue excelente (BLANCO - MORÁN, 2000)

Luego de 27 años en donde compartió su poesía con su labor periodística, decide abandonarla, ya que consideró que el servicio que prestó a ese ámbito de la palabra impresa se había cumplido. Fueron 27 años en los cuales Hesnor dejó una prolífica escuela dentro del periodismo zuliano, así como una manera de hacer periodismo que caracterizó a Panorama por muchos años. Hemos iniciado la búsqueda de esa obra periodística para cotejarla con su palabra poética. Creemos que es necesario dar a conocer esa faceta en la obra de Hesnor Rivera.

II.- Hesnor Rivera un hombre que supo romper paradigmas a lo largo de toda su existencia, su vida transcurrió sumergida dentro del enigmático mundo de las palabras de donde nacieron memorables poemas impregnados de la más profunda sensibilidad. Su obra se expandió rápidamente a lo largo de todo el país, estableciendo un hito importante dentro de la poesía venezolana, dentro de Hesnor se encontraba la maestría de fusionar elementos del pasado, del presente y del futuro dejando al desnudo las emociones sumergidas dentro del laberíntico mundo de las mentes y las almas humanas, es por ello que su obra siempre estará viva dentro de todos aquellos que asumen la poesía como modo de vida.

Dentro del mundo casi novelesco de Hesnor Rivera se encuentran los muchos viajes que hizo por el mundo y la cultura. Europa, fundamentalmente Francia, era una parada obligatoria para toda joven promesa de la literatura. Dejaba en su tierra el inicio de una revolución poética, comenzaba para él su largo peregrinaje en el mundo de las palabras que hizo suyas a través de la poesía, la narrativa [2] y el artículo de prensa. Dejaba su tierra geográfica para abrirse paso a una tierra cósmica que comunicaba a través del sueño las calles de París con las de su Maracaibo infinito.

Parafraseando a Hemingway, Francia y Alemania eran una fiesta cultural para el joven provinciano. Allí se residenció entre 1958 y 1960 nuevas formas de expresión literaria embriagaban la cultura de ambos países. En Francia, cobraban vida dos escuelas de literatura experimental: el teatro absurdo y el antiteatro forjados por Ionesco, Beckett y Genet. Además se edifican las bases de la antinovela o nouveau roman, por su puesto también las nuevas teorías narrativas de Sarraute, Claude Simon, Alain Robbe-Grillet y Michel Butor. Por su parte, en Alemania, tras el colapso del régimen de Hitler, tuvo lugar una renovación considerable de su literatura. Muchos escritores continuaron su tarea en la novela del siglo XX y en la poesía moderna. El serial radiofónico se convirtió en una prometedora forma de arte; muchos de estos dramas, dedicados al análisis de la vida moderna, fueron contribuciones de escritores más conocidos como poetas, narradores y novelistas, entre los que hay que incluir a Marie Luise Kaschnitz, Günther Eich, Wolfgang Weyrauch, Ilse Aichinger y Siegfried Lenz. Surge a comienzos de los años 60 el estructuralismo basado en las tesis antropológicas de Levi-Strauss y de la cual Roland Barthes es su principal figura.

Ese era, más o menos, el ambiente cultural que tiene frente a sus ojos asombrados Hesnor Rivera. Época de contrastes y de nuevas figuraciones. En Europa, Hesnor se redescubre mientras lo hace con Maracaibo.

Desde la palabra refunda Maracaibo para hacerla transparente, habitable para el alma sensible poco acostumbrada a esa extraña tradición al cual fue crucificado el gentilicio zuliano. Y refunda Maracaibo por una necesidad vital: poder habitarle más allá de la apariencia real [3].

Allí nacen muchos de los poemas que compondrán sus primeros libros fundamentalmente Puerto de Escala publicado en 1964, así como algunos de Persistencia del desvelo y Los encuentros en las tormentas del huésped, específicamente el llamado Otras reiteraciones. Libros enrevesados con imágenes alucinantes, seguramente inspiradas por la soledad de encontrarse en medio del mundo. libros llenos de nostalgia viva que demuestran las afluentes visiones del terruño escondido en apariencias que no engañan: A diario el eco de la nostalgia / se vuelca sobre sus propias huellas. [4]

Quizás asume la labor de cronista para acercarse más a la realidad de no morir de recuerdos. Sus artículos reunidos con el nombre de Cartas de un provinciano en el mundo se transforman en una especie de salvoconducto mágico que le permite ir y venir de la realidad del poeta a la realidad de los hombres. Al igual que Balzac y Baudelaire, Hesnor asume la responsabilidad de contar la historia intestina de París, la historia oculta en lo más oscuro de la ciudad de las luces, a sus hermanos de Maracaibo. Nuevamente la palabra y su rol de puente al servicio de la sensibilidad.

Entre el 23 de julio de 1959 y el 12 de febrero de 1960 escribió una veintena de artículos sobre temas culturales vinculados estrechamente a la vida de París y Colonia. En este ensayo haremos la entrega de los cuatro primeros artículos que conforman la colección de cartas de un Provinciano en el Mundo, fechados entre el 23 de julio de 1959 y el 3 de septiembre de 1959. Estos cuatro artículos están concentrados en una dura crítica a la cultura de París; es decir, Hesnor Rivera pretende con éxito desenmascarar a la ciudad idealizada por los artistas y escritores hispanoamericanos de comienzos de siglo.

Montmartre 1960


En el primer artículo fechado el 23 de Julio de 1959 Hesnor Rivera esboza la realidad que se esconde dentro de la actividad turística practicada en la ciudad de las luces. Afirma que el turismo dentro de París sólo es una manera de comercializar con la cultura y con los monumentos representativos de la antigüedad, ya que desde su punto de vista la rigidez de los paseos organizados por las casas de arte no permiten que el turista pueda conectarse con el verdadero significado de dichas obras: “Verles el rostro silencioso a través de los cristales del autobús moderno que los conduce de un monumento antiguo a otro, como a mariposas forzosamente obligadas a respirar sólo el aire de lo antiguo...”

Asimismo, el turista debe enfrentarse a la exposición de personas que sin duda, manejan a la perfección fechas y nombres pero no permiten que el visitante reviva intrínsecamente la historia encerrada dentro del concreto o el lienzo de las obras parisienses, situación que desvincula radicalmente la verdadera misión de las obras de arte, que no es otra que la de mantener viva la cultura a través de los años.

Sin embargo, la verdadera vigencia cultural y antigua de estos monumentos se encuentra en entredicho, ya que según Hesnor, los franceses han manejado las obras de arte como entidades que producen un altísimo beneficio económico, haciendo que pierdan su carácter trascendental dentro de la cultura universal.

Los edificios declarados monumentos oficiales, son apuntalados y reapuntalados, vigorizados y rejuvenecidos para que vuelvan con más bríos a su trabajo de pasado. Porque en los países europeos, especialmente, Italia, Francia, Alemania y Suiza, el pasado trabaja como cualquier hijo de vecino o como cualquier usina de complicada industria ultramoderna.

En el segundo artículo Hesnor Rivera vuelve a basar su discurso en un aspecto decadente de la sociedad francesa, pero esta vez manipula la figura del mendigo como elemento medular de su escrito, cuya estructura se erige basándose en un ataque severo a la proliferación de la mendicidad realidad que fragmenta el ideal de una sociedad en donde el arte, la cultura y el caos social coexisten en el mismo escenario. El escritor resalta la presencia de la miseria por las esquinas más importantes y mas transitadas de esta ciudad, describe de una forma conmovedora y dramática la realidad de estos hombres que se ven condenados a la indigencia y al menosprecio de una sociedad en donde la indolencia y la indiferencia hacia al prójimo se instauran como duras realidades. No obstante, uno de los aspectos más relevantes de esta carta, es sin duda que el escritor aborda magistralmente un problema de tipo social que carcome a la comunidad parisiense, pero a la vez, deleita a sus lectores agregándoles finos elementos poéticos a sus textos.

Cuando se vuelve la mirada lidera el sitio donde nace la canción pordiosera no se sabe si el sonido es articulado por el mendigo con una pierna menos o por el gato instalado en sus hombros como un halcón palaciego de cuatro patas.

El espíritu crítico de Hesnor le concedió el privilegio de ver más allá de lo aparentemente “normal” dentro de una sociedad. En este artículo, deja desnudo un aspecto de la realidad cultural del viejo París, su mentalidad abierta no le permitió deslumbrarse por la gigantesca ciudad Francesa, por el contrario, fue encajándose dentro de su espina dorsal con el fin de conocerla desde lo más recónditos rincones de sus entrañas. Sus ojos no se perdieron tras la imagen de ciudad luz. Hesnor parece transformarse en una especie de investigador privado, muy parecido a los del cine negro, tratando de encontrar frente a sus ojos la realidad que tejió Baudelaire en su poesía. Y fue de tal manera marcado, que, tiempo después, redescubre a ese París en una de sus poemas publicado en Superficie del enigma, cuyo nombre es Al otro lado de la memoria, y del cual anotamos un largo fragmento:

A 24 metros de París viven
solamente los condenados ahora.
Ellos se pegan contra el cielo
-ven al otro lado de la memoria
el paraíso de las altas maldiciones de antaño
-el amor vuelto de espaldas
con las solemnidad de un trueno
para celebrar las deliberaciones
grotescas de su múltiple sombra.

A 24 metros de París desde entonces
ahora y desde lejos siempre.
Porque del lado adentro de la ventana
el cielo arde como un buitre reducido
a sus dimensiones naturales
para hacerle sitio al árbol
y a la fiera del árbol que devora a sus hijos
-algo menos convincente al fin
que la mínima cobardía
de encubrir la aparición de la muerte.

Al otro lado de la memoria
los condenados organizan sus fiestas.
Descubren con lucidez una estatua
para colgar sus hombros semialados.
Cuelgan sus ramas en las asas
intestinales de las bestias del brindis.
-Olvidan a los centinelas
que abandonan sus puestos
para revolcarse las vituallas
con las muchachas expedidas en grandes ramos.

A 24 metros de París
el otro lado de la memoria arde
-apresura las cosechas del fuego
sobre las ofrendas maderables del paraíso.
-Empina con rapidez el cielo
hasta el borde de sus propias manos.
Algo está perdido desde ahora a lo lejos.
Los borrachos deshonran sin quererlo
la honorabilidad de las máscaras.

Del lado adentro de la ventana
tú deshojas las apariencias del cuerpo.
Arrojas con un gesto por el balcón tu sombra
para apartar la furia de las lámparas
siempre más tristes que tu rostro
-siempre más tristes que los viajes
al reino de los cazadores de fábulas.

A 24 metros de París la estatua
como por los ojos. Respira por el orden
subterráneo de los cementerios.
Se pierde en los siglos de siglos. Amén.
La estatua vuela por el lado derecho
de su miseria amorosa mientras
los guerreros impregnan con el olor del ajo
el ámbito de una canción
muy antigua cuyo nombre olvidaron.

La pata de la tempestad golpea
a la puerta que se abre hacia un siglo
donde los asnos decapitados vuelven
a regar con sangre la ambigüedad del bosque.
Un condenado basta para que se ordenen
los enunciados del amor y de las víctimas.
Una caricia basta para que se proclame el reino
de los dioses de dos caras que tiemblan.

Del lado adentro de tus ojos
algo está perdido para siempre a lo lejos.
Los vagabundos mean de memoria las flores
que tapizan la claridad bien alta
de sus itinerarios entre enfermos piadosos.
Una campana pare a un perro
de dos hojas por su brillo distintas:
Una para celebrar el combate
de sus pasiones contradictorias.
Otra para el hambre y el crimen.

Las patas de los asnos entierran
la tempestad en las puertas.
Corren por el espejo y elevan
su relámpago de acampar con las víctimas
a 24 metros de París
-al otro lado de la memoria perdida
como una ventana que se ahoga
en el incendio repentino del cielo.

Y el reino? -son dos hojas al viento
-dos simples rostros para amar como un perro. [5]

Parece disfrutar más del caos que de la belleza que, sin duda, pudo llegar a ver en la vieja ciudad luz. Probablemente ya Hesnor Rivera no se pertenecía, probablemente ya no miraba con ojos humanos, quizás se hacía instrumento del surrealismo que intentaba desde el caos darle sentido al universo.

Tanto en el tercer como en el cuarto artículo fechado el 3 y 29 de septiembre de 1959, Hesnor Rivera trata de hacer un análisis a la arquitectura y el arte parisinos. Sus palabras se vuelven viento que sopla entre los ventanales de la Basílica del Sagrado Corazón y de la Basílica del Cerro. De su mano, nos incita a dar un nocturno paseo por la noche parisina donde aprendieron a enfermarse los ojos de la musa de Baudelaire, la de los ojos profundos poblados de visiones nocturnas, las mismas que deleitan al zuliano sobre la cúpula de la Basílica del Sagrado Corazón. La vieja Basílica que domina gran parte de la ciudad y que se ha transformado en:

[...] viejo bastión de luchas con apariencias de fiesta que, desde algunos años, es como la catedral del desvelo donde se oficiaron noches de increíble compatibilidad humana con el solo canto de la sensibilidad creadora, y donde se ofician noches blancas de majadería turística, empeñada en asistir y participar con el rango de primeros actores en una bohemia automática y costosa que quiere reproducir el fuego de la pobre, pero ardiente galantería festiva de otros años.

Hace mención de Montmartre, lugar mítico dentro de la cultura occidental: “el de las primeras revoluciones cubistas; el Montmartre de las noches lanzadas a conquistar el mundo desde las páginas todavía olorosas a insomnio de los poetas siempre perseguidos por la fertilidad romántica de la miseria”. El Montmartre de los poetas malditos arrojados a las calles más oscuras de un sueño infernal, un sueño eterno que despertó a la realidad en el corazón de la civilización del siglo XX.

Muy a propósito de los famosos pasajes parisinos del siglo XIX, así nos pasea Hesnor desde su palabra mágica por el París que se desnuda frente a sus ojos de alucinado que construye su caligrafía para desenfrenar los sueños y la realidad: “Las viejas galerías de pintura, pequeñas y curiosas encandilan durante toda la noche con su luz desbordante el maltratado romanticismo de las callejuelas y los callejones”. Denuncia con frescura al artista y a su arte imitador: “Dentro de ellas, la antigüedad huele a pintura fresca. Las imitaciones no logran encubrir la pobreza del imitador, pero tampoco dejan de ser imitaciones”

Improvisa el término deportista del arte, que significa: el arte hecho “sin la pretensión desproporcionada e infantil de deslumbrar al mundo por un golpe de magia”. Curiosamente, cuenta cómo fue su desarrollo durante su estadía en tierras de Víctor Hugo, por lo tanto, cuando anota deportistas del arte, está haciendo referencia a él mismo:

[...] para los que vienen sólo a vivir y a tener al alcance de sus vidas todas las reservas históricas del arte y todo el ámbito de una actualidad por hacerse, los problemas de la subsistencia material están resueltos por el manejo hábil de una guitarra, de un arpa o de cualquier otro instrumento de donde salgan aires populares ornados con el grato exotismo de las cosas lejanas.

El artículo fechado el 30 de septiembre está dedicado a uno de los poetas fundadores del Surrealismo, Benjamín Peret, quien para el momento acababa de fallecer. La muerte del poeta surrealista trata de equipararla con la mítica desaparición de los poetas malditos franceses. Afirma Hesnor, siguiendo a Apollinaire, que el secreto de la ganancia poética se reafirma en el fracaso dentro de los patrones de éxitos que sostiene la vida moderna. Naturalmente, esta actitud representa un desafío a la sociedad tradicional y anclada en la búsqueda de su sostenimiento en el marco del capitalismo, fuerza motora que comienza a invadir la vida humana después de la II Guerra Mundial. Incluye este artículo datos biográficos de la vida del poeta, poco conocido por los zulianos, quienes habían probado las alucinantes palabras del surrealismo básicamente de Breton y Eluard.

Uno de los artículos más interesantes resulta el fechado en 31 de septiembre de 1959. se centra en la Alemania que trata de superar el oscuro episodio que protagonizó en la culminada guerra. Hesnor apunta hacia la cultura y la literatura como posibles puentes que comuniquen al pueblo alemán con su nueva dimensión dentro del continente:

El pueblo, como siempre el pueblo, después de pagar cotidianamente los 6 años de la gran locura hitleriana, ha trabajado más que nunca, ha luchado más rauda y silenciosamente que nunca para borrar todas las huellas del desastre tendido sobre su historia como un abismo que es necesario salvar con increíbles puentes de sólida arquitectura donde la inteligencia debe asegurar al espíritu una especie de inmunidad contra la vacilación y el vértigo.

El poeta ve como una tarea fundamental que la literatura alemana tiene que ser reconstruida. Sabemos que durante la guerra los principales escritores alemanes debieron salir huyendo de su tierra por la persecución impuesta por el régimen. Figuras notables de la literatura y el pensamiento germanos fueron prohibidas, así una importante cantidad de jóvenes desconocieron las obras de Thomas Mann, Hermann Hesse, Robert Müsil, más aún, las de Kafka y las de otros, que como él eran judíos. Aún hoy, adultos que vivieron la dictadura hitleriana siguen desconociendo a algunos de sus baluartes literarios. Apunta Hesnor:

Reconstruir una literatura en cambio no es una labor ni un trabajo de simple reconstrucción, mucho menos cuando quienes emprenden dicha hazaña deben añadir al vacío de partir desde cero, la función sobrehumana de caminar sobre el abismo y escrutar el fondo por hallar algún resplandor sin nombre, alguna sombra similar a la propia, algún fuego de memoria derramada en las ruinas, para tomar impulso y asegurar el arranque de la difícil partida.

Apunta hacia los nuevos valores de la literatura germana, y que a su vez sirve de información para los venezolanos acerca de las nacientes promesas de las letras de posguerra en Alemania. Nos refiere a lo significativo del momento, no sólo para estos nuevos escritores sino para el propio pueblo que emprendía su batalla más difícil, vencer sus propios demonios. Lo más interesante de esta recuperación es que, a pesar de ser Hesnor Rivera un enamorado de la poesía, resalta a la novela como el punto neurálgico de dicha recuperación. Y esto resulta fascinante sobre todo porque Alemania posee interesantes nombres de poetas de la posguerra. Hesnor no menciona ninguno. Todos son narradores.

Colonia 1960


Hay que rescatar acá la importancia descollante que le impone Hesnor Rivera a la sensibilidad como elemento central para convivencia del hombre que sobrevivió a la guerra. De hecho resalta como elementos sustanciales para la recuperación de Alemania y el mundo a la inteligencia y a la sensibilidad. Utiliza estos elementos como vínculo entre el pasado y el presente. ¿Hasta qué punto sus palabras dejaban de ser un reconocimiento al pueblo alemán para transformarse en una enseñanza para Venezuela y su naciente democracia? Es una verdadera lástima que el artículo haya podido ser recuperado a medias. En muchos casos la lectura del original era poco más que imposible.

En artículo fechado el 14 de octubre de 1959 se explaya Hesnor Rivera a reconocer el éxito editorial del Diccionario Larousse. Apoyándose en esta información comienza una detallada explicación de cómo surgió la idea del diccionario y de lo aventurero que representó la empresa en sus días iniciales.

El poeta lanza casi al final del artículo una lectura política del texto, quizás hubiese sido interesante un comentario más profundo al respecto. Escribe: “Unos nombres, como los de De Gaulle y de Picasso han visto crecer en unas tres o cuatro líneas el contenido de sus biografías. Otros como el de Hitler y Mussolini han visto disminuir sus respectivos textos”. Sería más interesante aún cotejar ediciones del Larousse antes, durante y después de la guerra, quizás se encuentre allí un documento valioso para interpretaciones sobre la guerra y los bandos en pugna.

El 21 de octubre del mismo año, vuelve Hesnor con un texto interesante, sobre todo por lo que a Venezuela y su sistema educativo se refiere. Lo inicia con una reflexión que, en cierta medida, aduce a una debilidad nuestra. Si un latinoamericano común viaja a Europa enfrentará un serio problema de comunicación, a menos que su destino sea España o Portugal (si quien viaja es un brasileño). A partir de aquí edifica una queja que resulta interesante se hiciera en 1959 y hoy continúe vigente:

Porque dicho sea entre paréntesis y, especialmente en lo que respecta a Venezuela, los programas que siguen los liceos y escuelas normales para la enseñanza de idioma, están inspirados por un loable propósito, pero en realidad no llenan ni siquiera sumariamente su finalidad, bien sea por descuido del alumnado, o como es más probable, por mala organización de tales programas.

En Venezuela se ofrece el inglés durante toda la secundaria, si el estudiante está inscrito en el área humanística recibe dos años de francés. En otros casos muy particulares se brinda al estudiantado alemán e italiano. Lo cierto es que del sistema educativo venezolano no egresan bilingües. A pesar de estudiar inglés durante cinco años, el bachiller no está en la capacidad para comunicarse con un angloparlante. ¿Tiene esto algún sentido? Hesnor libra de compromiso en su artículo al cuerpo docente quien, en muchos casos, sería el primer responsable. Un desliz del sistema educativo venezolano que lleva por lo menos 46 años haciendo festín de la ignorancia de la juventud venezolana.

Hesnor Rivera resalta como un valor sumamente importante la necesidad que ha tenido el europeo moderno para entenderse con sus vecinos. La gama de idiomas en Europa ha significado uno de los obstáculos de más imperioso vencimiento. Por ello, no debe sorprendernos que los europeos tengan la posibilidad de manejar hasta tres idiomas aparte del materno. Afirma que los alemanes han sido los más preocupados por esta dificultad lingüística:

Los alemanes son, tal vez, los habitantes de Europa, que muestras más preocupación por este aspecto que implica además una saludable ampliación del campo individual de las relaciones humanas, una preparación práctica aplicable a diario en lucrativos sectores de las actividades.

En otro artículo publicado el 23 de octubre de 1959 escribe acerca de una situación que resulta un poco alucinante, pero que revela el mundo psicológico de los europeos:

En ese poderoso juego de intercambios humanos que movilizan de un país a otro unos cuantos millones de personas cada año, gracias a ese agente característico del siglo en que se ha convertido la velocidad de los desplazamientos masivos, se producen a menudo ideas bastantes curiosas sobre las fisonomías de los pueblos, ideas que a veces entrañan errores no menos curiosos, pero que de todos modos gozan de la facultad de ser el resultado del enfrentamiento y de la opinión directa de la masa sobre la masa [...]

Recientemente, un acreditado organismo, el Instituto Francés de la opinión Pública, llevó a cabo una encuesta internacional orientada por el propósito de dar una idea sobre la idea que se hacen los pueblos sobre los otros pueblos. La encuesta se desarrolló entre las grandes ciudades siguientes: Atenas, Berlín Oeste, Copenhague, Helsinki, Johannesburg, Nueva Delhi, Nueva York, Chicago, San Francisco, Oslo, Ámsterdam, Estocolmo, Toronto y Viena, y proponía las siguientes cuestiones: ¿Cuál es la nación que tiene: 1) el más alto nivel de cultura; 2) los más bellos paisajes; 3) las más bonitas mujeres; 4) la mejor alegría de vivir; 5) la mejor alimentación; 6) el más grande orgullo nacional?

Resulta toda una curiosa esta encuesta. No sólo por el tipo de preguntas efectuadas que, obviamente, parecen dirigidas a determinado sector social, sino que de 14 ciudades mencionadas, 3 son norteamericanas, lo que representa un alto porcentaje en cuanto a extensión territorial, más aún cuando se dejan de lado ciudades como Roma, Madrid o Lisboa. En todo caso, los resultados no dejan de ser fascinantes.

A partir del artículo publicado el 3 de noviembre, Hesnor Rivera tiene un acercamiento al mundo de la política, obligado naturalmente. Los conflictos entre Francia y Argelia y un nuevo brote de antisemitismo en Alemania alertan la sensibilidad del poeta. Este grupo de artículos develan más allá de datos históricos importantes, la negación de Hesnor Rivera, quizás por su espíritu entregado en cuerpo y alma al arte, quizás por saberse extranjero y que esta condición lo limitada en muchas formas, a manifestar abiertamente reflexiones políticas. Los textos son más bien informativos, no hay por parte de Rivera una crítica a tales situaciones. Nadie está por creer que el poeta abrazara emocionado tesis bélicas o discriminatorias, pero evitó en lo posible manifestarse sobre los acontecimientos.

Hesnor Rivera es harto conocido por su obra poética, una obra contundente que no ha tenido una relevancia nacional en vista del centralismo literario muchas veces discutido y mencionado en otras instancias. Si bien, algunos podrían pensar que los artículos periodísticos de Hesnor carecen de cierta fuerza argumental, también debe aceptarse que es una muestra de una sensibilidad buscando por distintas fuentes expresarse. Este grupo de artículos ahora develados son, eso mismo, la fe irrestricta en la palabra como fuente de posibilidades para el acercamiento a la sensibilidad. Porque en Hesnor Rivera sea la poesía, sea el artículo de prensa, sea el cuento o la conferencia, lo fundamental es la palabra, la palabra cósmica para vencer a la muerte.

Notas:
[1] Mandrágora, grupo de poetas chilenos que representan una importante expresión de la “segunda hora” de la vanguardia poética, y que surgieron en torno a la revista del mismo nombre que se editó desde 1938 hasta 1943. Los fundadores de Mandrágora fueron Braulio Arenas, Teófilo Cid y Enrique Gómez-Correa, a los que se sumaron otros como Vicente Huidobro, el temprano iniciador del creacionismo, y Gonzalo Rojas, que iría evolucionando hasta convertirse en un notable poeta de nuestros días. A su activismo literario, el grupo sumó lo político, en un momento particularmente crítico de la vida chilena, lo que los enfrentó con las posiciones ideológicas de Pablo Neruda. Es importante subrayar que el surrealismo radical o negro que defiende Mandrágora va aún más allá de las líneas establecidas para el movimiento por Breton. El carácter algo secreto del grupo limitó sus proyecciones fuera de las fronteras del país.
[2] Hesnor Rivera tiene entre sus obras un cuento llamado La Gaita publicado en la revista Letras y Artes de LUZ en el número correspondiente a Diciembre de 1949.
[3] Muñoz Arteaga, Valmore (2004) Notas sobre literatura venezolana. Inédito.
[4] Rivera, Hesnor (1964) Puerto de Escala. Maracaibo: Universidad del Zulia.
[5] Rivera, Hesnor (1965) Superficie del enigma. Maracaibo: Universidad del Zulia.

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