sábado, 15 de febrero de 2014

Rosario a los corruptos

Por Hesnor Rivera



Cuando uno ha nacido en medio de una dictadura ya antigua
y creció entre gentes poseídas por la férrea voluntad
de volverse monstruosamente ricas a como dé lugar
hay que preguntarse ¿es que vas a morir alma de dios
pobre diablo creyendo todavía en las volteretas mágicas
del azar y en su combinaciones de payaso de aldea?

Es ahora cuando te percatas de que por andar leyendo
en la relación cambiante de los seres y las cosas
los libros que jamás se escribieron no aprendiste a contar.
No te diste cuenta de la red de arquitecturas aéreas
que tejían con sus dedos de virgen las delicadas computadoras
ni de las apasionadas maneras con que los banqueros
hablan sobre saldos y cámaras de compensación y encajes
para referirse no a la moral del oro de sus maquinaciones
alquímicas sino a las garras de la ruina cada vez
más siniestra que le comen el corazón y el hígado
a los bienaventurados perdidos en los pliegues de tu propia miseria.

Es ahora cuando te percatas de que tu memoria
está llena de animales que desaparecieron. De doncellas
con alas de tela transparente aniquiladas por la lepra
del llanto mientras esperaban al héroe que se debatía
contra los fantasmas de los primeros diluvios.

Perdiste el tiempo consultando la letra menudita
que está al pie de la página de cada piedra. De cada
puerta doméstica concebida para asentar historias
de padres y de hijos que jamás se conocen y de novias
que recitan cántigas para los desafueros del forastero sin alma.
Consultando en fin los índices de las hojas y las flores del árbol
por entre cuyas ramas asoman sus cabezas los astros.

Entre tanto la ciudad ya había amamantado a otros héroes.
Por tus ciudades nativas ya Rosario –por ejemplo–
exhibía la noche artificial de sus ojos y su cabellera
de bailarina gitana mientras improvisaba la gesta
en forma de almanaque de los caballeros corruptos.

Si tú te entretenías y habías envejecido tratando
de descifrar la significación de las manchas de petróleo
en tu pantalones de caqui ¿cómo podías aspirar
a comprender el brillo heroico de las uñas de Rosario
más enceguecedor que el de los diamantes robados?
¿Cómo pretendías comprender la dimensión patriótica
del jet set y las batallas libradas en sus arenas
por la pobre Leonor –la heroína abroquelada en sus trajes
del color del dólar? ¿Ni la demencia impagable
con que rubricó sus mejores hazañas la princesa Carmen
–la loca de la libido caída? ¿Ni los trabajos
y las penas del escudero negro doblegado sobre el peso creciente
de su patrimonio estimado justo en un ciento de millones sonantes?

Y ahora resulta que además de haber sido estafado
corres el mortificante riesgo de que se te declare culpable
–de que se te maldiga para siempre si es que intentas
levantar el dedo de la acusación contra los ladrones
de la mesa redonda–la misma de firmar falsos créditos.
Pagos y comisiones por obras y diligencias públicas ni siquiera
iniciadas. Viáticos por viajes que jamás se emprendieron.
Jubilaciones copiosas por enfermedades y defunciones apócrifas.

Todo esto te ocurre y te seguirá fatalmente ocurriendo
por haber nacido como naciste. Por haber crecido por obra
y gracia del azar y de la providencia todavía amados.
Y sobre todo porque envejeciste y estás a punto de morirte
sin haber comprendido la embriaguez sagrada de los hippies.
Ni el estructuralismo ni la semiótica ni los trucos
horripilantes de la alienación y la sociedad de consumo.
Ni las encuestas ni la cultura de masas y el feminismo y los blue jeans.

Ahora no es que debas resignarte pero al menos tendrás
que morderte la lengua mientras ves a la heroína Rosario y sus huestes
fabricarse estatuas por haber convertido –mediante técnicas
contables extraídas de los modernos arcanos–a la formas
más vulgares del crimen en modelos de honradez sin soslayos
–en paradigma invulnerable de honorabilidad ciudadana
incluido el fabuloso prodigio de transformar en algo útil
la locura ajena poniéndola al servicio de la esta perfecta.

Perdiste el tiempo y en este instante en que ves a la nación
dando brincos como un pájaro al que acaban de robarle las alas
tendrás que poner a tono con la época al menos
lo que te resta de muerte bebiendo a grandes sorbos
las porquerías exigidas por la sobrevivencia si es que quieres
asistir a la epifanía de los brujos del porvenir inmediato.

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