Lilia Boscán de Lombardi*
Un homenaje
a Hesnor Rivera (1928-2001) es ocasión propicia para recordar al amigo y al
poeta insigne, autor de una vasta obra en la que se destacan libros como Puerto
de Escala (1965), Las Ciudades Nativas (1976), La Muerte en Casa (1981),
Endechas del invisible (1995), solo para citar algunos.
Apuntando
algunas notas de su biografía hay que recordar que nació en 1928 en Maracaibo,
Sector El Poniente en Los Haticos, aunque sus padres eran oriundos de Juan
Griego en la Isla de Margarita. Los estudios de Primaria los hizo en el
Instituto Maracaibo que fundó y dirigió el Dr. Raúl Cuenca y los de
Bachillerato los realizó en el prestigioso Liceo Baralt dirigido, primero por
el Dr. Jesús Enrique Lossada y después por Eduardo Mathyas Lossada quienes
tuvieron gran influencia en su formación literaria y estimularon su temprana
vocación poética. Fue un lector entusiasmado y muy joven leyó a los Clásicos
Españoles, de allí, que aunque la libertad para escribir fue su norma
primordial, siempre mantuvo gran pulcritud formal y se aficionó a la escritura
de sonetos. En el año 1948 ya publicaba en la página literaria del Diario El
Nacional de Caracas y aunque empezó los estudios universitarios en la Facultad
de Medicina de la Universidad del Zulia, allí estuvo solamente dos años y fue
mucho después, cuando estudió Letras en la Facultad de Humanidades y Educación
de la misma Universidad. Tuve el Honor de que fuera mi alumno en la materia
Literatura Hispanoamericana Monográfica. Hablábamos mucho sobre la poesía de
César Vallejo que era el autor que estábamos analizando. Se graduó en 1972 de
Licenciado en Letras Hispánicas y después de ser brillante estudiante fue
profesor, al ganar por concurso, la cátedra de Literatura Medieval Española, de
cuyo jurado yo formaba parte. Eran los años conflictivos y difíciles de la
Renovación Universitaria, con la Universidad altamente politizada, actuando los
estudiantes bajo el impacto de lo que había sido el Mayo Francés. A pesar de
las protestas irracionales de un grupo de la izquierda radical, Hesnor fue el
ganador del concurso. Todo esto ocurrió cuando el poeta tenía 49 años, se había
casado con la Comunicadora Social y Profesora Marta Colomina Reyero y habían nacido
sus dos hijas Celalba y Marta Celina.
Hesnor
mantuvo una gran relación con la Facultad de Humanidades y Educación de la
Universidad del Zulia, no solo por lo que se refiere a sus estudios y trabajo
de profesor, sino porque esta Facultad publicó el Poemario En La Red De los Éxodos
en 1963 y ganó, en 1964, el Segundo Premio de Poesía en la misma Facultad con
el libro Puerto de Escala concedido por un jurado constituido por los
poetas Juan Liscano, Mercedes Bermúdez de Belloso y Helena Sassone y en 1967 ganó
nuevamente el Segundo Premio en la misma Facultad, con el libro de poemas Superficie
del Enigma en cuyo jurado estaban Juan Calzadilla, José Antonio
Castro y César David Rincón. También es importante señalar que nuevamente, la
Universidad del Zulia, a través de la Dirección de Cultura, publicó en 1976, Las
Ciudades Nativas y en 1992 la Universidad del Zulia, en su Centenario,
publicó el libro Secreto a Voces (Sonetos completos). Está pendiente una
edición de las Obras Completas de Hesnor o una Antología actualizada de
su obra ya que la de 1976, publicada por Monte Ávila Editores, en su colección
Altazor, debe estar agotada y valdría la pena reeditarla.
Habría mucho
que agregar de la biografía de Hesnor, enumerar sus múltiples premios y
reconocimientos, no solo como poeta sino como periodista, los detalles
editoriales de sus numerosos libros, pero sí de Premios se trata, creo que los
dos más importantes que recibió fueron el premio CONAC de Poesía por Elegías
a Medias en 1979 y el Premio Regional de Literatura del Estado Zulia “Dr.
Jesús Enrique Lossada” Mención Poesía, otorgado por la Gobernación del Estado
Zulia en el año 1992 en cuyo jurado, me honra haber estado junto a Víctor
Fuenmayor y José Francisco Ortiz. Los investigadores Jesús Ángel Parra y Luis
Guillermo Hernández elaboraron, con la acuciosidad y el rigor que los
caracteriza, una cronología de Hesnor de suma utilidad en este rápido esbozo
biográfico que he intentado hacer.
Hesnor es
considerado como un renovador de la poesía zuliana actualizando la escritura
poética con los aportes de las Vanguardias Europeas. Maracaibo era en aquellos
años una ciudad pequeña y provinciana y cuando Hesnor leyó libros como Literaturas
Europeas de Vanguardia de Guillermo de Torre, el deseo de salir de
Maracaibo se hizo impostergable. Tenía apenas 20 años y una necesidad inmensa
de saber y conocer las nuevas tendencias en el arte y la poesía. Así, sólo con
su juventud y su espíritu romántico, se fue a conocer el mundo seguramente
lleno de sorpresas y poesía. Dice Otto Rincón, su gran amigo, en el Prólogo de Endechas
del Invisible de la edición de 1995: “En Bogotá se enamoró y combatió el
frio con un gabán ajeno, en Santiago de Chile cantó boleros con una orquesta,
en Buenos Aires se hartó de bifes, en Rio de Janeiro descubrió el aspecto
carnaválico del hambre, en Paris vivió al rescoldo de la ardentía sexual, en
Colonia sintió de cerca, la muerte”. Fueron años de vida bohemia y de
enriquecimiento intelectual y cultural. Las propuestas del surrealismo le
aportaron el legado de libertad que es una característica fundamental de su
poesía. Ser él mismo, escribir desde sus sentimientos, desde sus experiencias,
desde su mirada oscura que escrutaba la realidad y la recreaba a su antojo en
imágenes y en palabras de exquisita belleza.
Hesnor es
inolvidable, no sólo por la originalidad y la grandeza de su obra poética sino
por la sencillez, por la calidad de su amistad, por su sonrisa perenne, porque
abrazaba la vida con deleite, con pasión. Hedonista singular, amante del amor,
supo con la palabra trascender todos límites y convertirse en el gran poeta
zuliano, orgullo de Venezuela.
Cuando
regresó a Maracaibo en 1952, después del largo viaje por toda Suramérica, con
residencia de dos años en Santiago de Chile, escribió sus poemas Ciudad y Apocalipsis,
que se ha considerado como el poema-manifiesto del grupo literario que
fundó años después (1955) y que fue escrito y leído en la residencia de
Josefina Urdaneta, quien era la conductora del grupo “40 Grados a la Sombra”
(1962-1966). En enero de 1953 regresó a Colombia y en Bogotá, hospedado en la
casa del poeta Juan Sánchez Peláez, escribió en una sola noche su famoso poema Silvia
y fue a finales del mes de Septiembre de 1955, cuando fundó el grupo Apocalipsis
acompañado de los poetas César David Rincón, Miyó Vestrini, Atilio Storey
Richardson, Ignacio de La Cruz, Régulo Villegas, Néstor Leal, Alfredo Áñez
Medina, Ricardo Hernández y Laurencio Sánchez Palomares, así como los artistas
Francisco “Paco” Hung, Rafael Ulacio Sandoval y Homero Montes, quienes se
reunían en el bar “Piel Roja” de Maracaibo. Sobre el Grupo Apocalipsis
Hesnor escribió: “Su fundación fue el producto del entusiasmo, del ímpetu de la
fe en la magia del arte de las palabras, puestos en juegos por varios artistas
jóvenes decididos a enfrentar el anquilosamiento de la poesía en el Estado
Zulia y en la mayor parte del país, donde se utilizaba más como instrumento de
figuración social o política, no exenta de cursilería, y como indecoroso
trampolín para payasos amaestrados en las piruetas de la lisonja y de la
hipocresía”.
Empezó a
publicar en periódicos del país como El Nacional y Panorama y fue Ciro Urdaneta
Bravo, quien era Director del Diario Panorama, el que lo incorporó como
Redactor hasta 1958; más adelante en 1962, fue nombrado Secretario de Redacción
de Panorama y luego, en 1965, pasó a ser Sub-Director del mismo Diario hasta
1987.
Hesnor es
inolvidable. Su poesía es testimonio de su grandeza. Vestido impecablemente,
recorrió el camino de la vida sediento de amor y de poesía.
Fue eso, un
gran poeta y un gran amigo. Estuvimos en su casa en muchas ocasiones festivas y
en reuniones intelectuales con artistas y poetas al lado de Marta y sus dos
hijas.
La poesía de
Hesnor es emanación del espíritu, es una canción profunda, es la ciudad y el
lago, es el amor y el dolor. En sus últimos días, cuando ya la enfermedad
estaba presente, me decía sonriente al saludarnos: “No me siento bien, estoy
amenazado por monstruos apocalípticos que quieren acabar conmigo”. Se fue
Hesnor a los 73 años. En uno de sus poemas escribió: “La valija esta lista-ya
no hay tiempo ni sitio para mas nada”. Pero su tiempo no ha terminado, su
tiempo es la eternidad y leer su poesía es la mejor manera de tenerlo presente
y de garantizar su inmortalidad. Estrofas llenas de emoción y de afecto son las
del poema Triple Elegía, dedicada a los poetas Miyó Vestrini, Atilio
Storey Richardson y César David Rincón que murieron a los 53 años en un lapso
de menos de tres meses, los dos primeros en los meses de Noviembre y Diciembre
de 1991 y el tercero en Febrero de 1992, y dicen así:
Los tres
iban sonando las piedras
Más redondas
Que se crían
En las
calles de arena
Escuchaban
los colores con que solían
Pintar en
las paredes
El rostro de
los nombre amados
Los pájaros
Que silban
En las ramas
de la luz de los sueños.
El pez come
tinieblas.
El rabo de
serpiente del azar
En los
mares.
En los
dormitorios
De los
trenes sonámbulos.
En la ciudad
que todavía los busca
Para que los
tres vuelvan a cantarle
Los himnos
de pechuga plateada
Recién
extraídos de la mano del lago.
Los tres
iban por la orilla
De la noche
de los viajes muy largo.
César con el
arpa de David
Tocaba las
serenatas
Que
estremecían los cuatro brazos
Del corazón
de la tierra.
Miyó escribía
sin tomar aliento
Cartas muy
parecidas a los jóvenes
Sólo
confeccionables con la tela maternal
De los
árboles del agua
Casi roja
De los
amaneceres vistos
A deshora en
el patio de la casa perdida.
Atilio
recolectaba hierbas
De distinto
brillo
Para
fabricar sin siquiera abrir los ojos
Las alas con
que deben revestirse
Las lluvias
De los
porvenires
Desde hace
muchos inciertos.
Los tres
andaban
Como sucedía
a menudo más allá
De ellos
mismos.
Como siempre
ahora más allá de siempre.
Como siempre
más allá de ahora. Más
Allá más
siempre.
Más allá de
nuevo para siempre.
* Investigadora venezolana (Valera, Trujillo). Profesora e investigadora jubilada de la Universidad del Zulia. Es decana de Investigación y Postgrado y Directora de Publicaciones en la Universidad Católica Cecilio Acosta de Maracaibo. Ha publicado los libros de ensayo Aproximaciones críticas a la narrativa de Ernesto Sábato (1978), Huellas en el tiempo. La poesía de Miguel Hernández (1987), Sobre arte y literatura (1993), El teatro Baralt y la ciudad (1998) y El fracaso de la libertad. García Lorca y la tragedia griega (primera edición, 1994; segunda edición, 2000), y los poemarios Voces de la memoria(1995), Surco de origen (2000),En el corazón del vértigo (2002), Desde el signo que me nombra (2008) y Puerto de Sombras (2012)
No hay comentarios:
Publicar un comentario